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Mi cumpleaños o mi tortura anual


Siempre que se acerca mi cumpleaños me torturo repasando mentalmente aquellos episodios de mi vida en los que no estuve muy rápida al responder y me invento contestaciones alternativas para redimirme.


Por ejemplo, en una de las primeras entrevistas que me hizo un medio de comunicación cuando publiqué mi primer libro, un periodista me preguntó por qué había creado a mi personaje. Le respondí que era como una especie de alter ego para decir lo que yo no me atrevía. Creo que le debí parecer un poco tonta, pues cuando terminó la entrevista, me dijo con cierta sorna que las personas con buena autoestima no necesitaban crear identidades fingidas. En ese momento, no supe responder, y su comentario me ha seguido persiguiendo en cada cumpleaños.


Quizá tenía razón y siempre he sido algo tonta, ingenua y poco seria. Alguien cuya vida ha sido una concatenación de incidentes calamitosos unidos por muchas historias divertidas. La gente que me conoce sabe que me ocurren cosas fuera de lo común, que soy un poco torpe -sobre todo cuando corro -, que me gusta la fiesta, que mi historial de relaciones incluye a algunas de las peores personas del mundo, que soy un poco obsesiva y que, como la mayoría de las mujeres, también he tenido problemas de autoestima. Con los años ha ido mejorando, pero a veces me sigue preocupando ser demasiado mayor, demasiado ingenua o parecer demasiado tonta.


Me imagino que en este mundo de skin routines, ayunos, autocuidado, bótox y filtros de belleza, muchas nos sentimos confusas sobre cómo se supone que tenemos que aparentar o la vida que tenemos que llevar. Sí, ya sé que todo esto no tiene sentido y que debería estar por ahí siendo yo misma y practicando el amor propio, pero existir también significa asumir que algo es cierto (como mi torpeza), mientras seguimos atormentadas por otras insignificantes cosas.


Pero si pudiera volver hoy a aquella entrevista, le diría al periodista que a veces necesitamos una versión inventada para reconocernos. Mucha gente sin autoestima -o con ella -, tuvimos que crear identidades alternativas que nos ayudaron a seguir adelante. En mi caso, las fantasías me enseñaron a lidiar con la vida real. Sin ellas no habría sabido llegar hasta aquí. Y lo más importante, si no hubiera pasado toda mi vida obsesionándome con cómo escapar de la realidad, tampoco habría sido capaz de reconocer cuándo vale la pena quedarme.


Escuchando: Bikini - Caroline Rose

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